domingo, 29 de setembro de 2013

FREEWINGS



Her blush is like no other. A choral sunset of blues and flesh and vermellion.

She is alone, reminiscing, and she blushes. It's a blush that belongs to her, and to her alone. The blush flows from her previous thoughts, which seem like arrived from a distant past, their presence only denounced by a rumour like a candle flickering.  

On her house, a quiet morning time that looks at her from the breakfast tablecloth. In the air, a strong coffee aroma. The light filtering through the curtain reveals the tiniest particles of dust, floating lazily on the sunbeams. 

I sit there, with her, on one of three free wooden benches. I am not really there. I watch her from beyond time and space. Like a ghost, perhaps. The once harmonious motions of our hearts seem forever lost. What would we do without words?

Yet, I feel her going through a brief lapse of something that could be called joy. There, in her own house, where she usually wears that apron of disbelief, that grey veil of sadness, yet not thick enough to cast a shadow on her beauty. 

But now music pours from the radio and she sings joyfully over the music, following the winding paths of the singer's voice like a second skin. She is loose, she cannot imagine I am there, watching her with a smile. She shines. Her eyes shine, she blushes. 

Yes, she blushes, that little stream of joy runs through the kitchen walls. As she sings, the breakfast dishes vanish like magic.

She switches the music off and sits at the table, by my side. She holds a pencil, her delicate hand chatting with her own mind-eye. She draws something like a circle. The object has some magic to it, and I think it is obviously so much more than a circle. She draws directly from her heart, using definite motions. Everything on the paper starts as a geometric form, and then turns into something else, like alchemy, a  sortilège of sorts.


Yes, she holds the pencil with some reverence, like a a pilgrim would hold a candle. She makes a mental note to buy more paper. This is maybe her hundredth dragonfly. She does not colour her drawings, but inside her blue eyes she can feel the shade of pale yellow on the wings of this one. All the dragonflies are different, all ready to fly, free and easy. 

When the kids come back, after school, they will collect the new dragonflies passionately, colorfully illuminating their mother's drawings with a symphony of crayons. Another ritual. Like her singing, like her sadness. 

But for now everything is still at home. She inhales the coffee smell and keeps on with her reminiscence. A bitter thought crosses her mind: she did not fly when she could.

Freewings, she pronounces loud for herself as I watch, mesmerized, the circles and forms her hand draws on that paper.

I may not see her again, ever.



                                                                                                  Sándalo Naranja



sábado, 21 de setembro de 2013

EL TREN QUE ME ALEJA




Yo soy yo, claro. No me vengas ahora con dudas sobre esa cuestión. Sólo me faltaba eso ahora. Es cierto que a veces ni sé dónde nacer... Hay días en que no entiendo la danza de los astros, y voy caminando fuera de mí, y parece que nada me toca... 

Pero yo soy yo, el idiota ese del espejo. De eso no puede haber dudas. Dudas no. No hoy, no ahora. Yo soy yo. 

Ahora me he venido a este rincón obscuro del alma para olvidarte mejor, mujer. Ya sabes que me gusta hacer las cosas bien. Y si bien amé, ahora también me toca olvidarte de la mejor manera posible. Y no es fácil. Me caes encima como le caen a uno las sombras al anochecer: así, inevitablemente. Me caes encima como siempre me has caído, en forma de recuerdo y de deseo, de vibración blanca, de razón negada, de felicidad substraída. 

Eres, serías, hubieras sido, fuiste. Me cuesta horrores conjugarte, mujer. Solo de pensar que para pensarte debo situarte en algún punto entre el pasado y el futuro, se me cae el alma a los pies. Por no tener que conjugarte más sería capaz hasta de no pensarte, y así poco a poco me iría haciendo al olvido. Quiero subir a ese tren que me aleja de tí. 

Ya ves... me inventé un barco, una liturgia de faros y castillos, de ángeles de bronce, de flores rojas, de iglesias de espuma, arena y sal que llevaban tu nombre. Ahora debo aprender a descreer en esos credos, debo intentar enredarme en otras algas, en otros sueños. 

Yo no soy yo, ni mucho menos. Veo a ese otro en el espejo, mirándome, y pienso que sólo puede tratarse de un imbécil. Un desubicado. La imagen devuelta a mis ojos no puede ser sino un equívoco, un descuido, un lapso, un lamentable error. 

Y entonces miro más allá de mí, ya sí al otro lado del espejo, transfigurado, absorto, y soy yo también, el que para vivir tuvo que perforar ese espejo, el que tuvo que aniquilar la posibilidad de verse reflejado ahí otra vez, porque un día más reflejándose y estaría muerto, envenenado de azogue, de olvido, de indiferencia.

Yo soy yo, y no lo soy. Por eso escribo, y por eso ya no estoy aquí. Por eso ya no regreso. 

                                 


Sándalo Naranja

sábado, 14 de setembro de 2013

TAN CALLADAMENTE


Ya no está aquí,
el agua bajando se la llevó,
fue bastante rápido, la verdad,
quién imaginaría algo así,
pero les digo que sí,
que ya se fue,
que ya se ha ido,
y permanece ida,
fue una especie de clic
y ya no está,
y mis pasos ya no siguen los suyos
ni mis ojos ya la rebuscan 
entre el diario naufragio del tráfico,
y ya no sé si fue ella la que se marchó,
o si fui yo quien la desapareció,
aunque en todo caso vivo contento
desde que esa lluvia se la llevó,
¿o fueron las lágrimas,
curvas como meridianos,
las que al final ahogaron tanta espera,
tanto silencio feo,
tanta belleza acribillada,
tanto fulgor imaginado,
tanto futuro por venir?


Sándalo Naranja